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Autocultivo de marihuana con fines terapéuticos

El proyecto que se tramita en la Cámara de Diputados llama a confusión, al asociar el consumo del alucinógeno con propiedades medicinales.

EL PROYECTO que busca autorizar el autocultivo de marihuana con fines “terapéuticos” -y también “recreacionales”- fue aprobado por la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados sin mayores dificultades, y ahora deberá discutirse en sala. En los hechos dicho proyecto parece constituir un primer paso para transitar hacia una liberalización del consumo de este y otro tipo de alucinógenos, sin que se hayan ponderado adecuadamente las complejidades de esta medida.

Resulta contradictorio que la Comisión de Salud de la Cámara haya aprobado un proyecto que hace aparecer el consumo de este tipo de alucinógenos como beneficioso para la salud, al asociarlo a finalidades “terapéuticas”. El que la marihuana pueda tener dichos efectos en cierto tipo de dolencias no justifica que para ello se promueva el “autocultivo”, como busca esta iniciativa. Otras drogas utilizadas para atenuar el dolor, como la morfina, no son de libre disponibilidad y no parecería razonable que no obstante su carácter terapéutico, se facilitara su acceso sin los estrictos controles médicos que implica su uso. 

 

Inexplicablemente, en el caso de la marihuana los diputados han pasado por alto este tipo de consideraciones, y los resguardos que establece el proyecto para asegurar sus fines “medicinales” -como la supervisión del Instituto de Salud Pública o el control que deben llevar los respectivos seremis- podrán ser fácilmente vulnerados, pues el Estado no cuenta con la capacidad de fiscalización que ello implica. La falta de rigor en esta propuesta se refleja también en sus disposiciones, como por ejemplo sobre qué base se limitó a seis el máximo de plantas de cannabis que se podrán tener por  hogar. 

 

Es previsible que de prosperar el proyecto, el consumo de marihuana y otro tipo de alucinógenos presente un fuerte aumento, lo que ya se ha venido verificando en los últimos años, especialmente en la población adolescente. El Décimo Estudio de Drogas en Población Escolar, realizado por el Senda, dio cuenta que entre 2011 y 2013 el consumo de cannabis entre escolares experimentó un aumento desde 19% a 30%, en buena medida explicado por la fuerte disminución de la percepción de riesgo asociado a su consumo. Ello es especialmente preocupante, pues diversas asociaciones científicas coinciden en los negativos efectos que el consumo de marihuana puede tener sobre la salud, especialmente en los más jóvenes.

 

 La propia autoridad de Salud es consciente de este riesgo. El subsecretario advirtió que “en cerebros en desarrollo sí puede producir daños, y por lo tanto, es un consumo riesgoso (…) Si es que se aprueba el consumo de marihuana, desde el punto de vista de la salud debiera ser solamente restringido a los aspectos sanitarios”. La precisión de la autoridad es valiosa, pero aun así sorprende la actitud más bien prescidente que ha mostrado el gobierno frente a este proyecto, respecto del cual cabría esperar una actitud más orientadora y vigilante.

 

Tal como ha evolucionado el debate llama la atención que se tomen medidas cada vez más restrictivas en materia de consumo de tabaco y se pretenda impulsar una legislación sobre consumo de marihuana sin una discusión más a fondo sobre los daños en salud y sus efectos colaterales, como por ejemplo las dificultades prácticas para fiscalizar a automovilistas que conducen bajo la influencia de alucinógenos. Todo ello da cuenta de que este debate no se limita solamente al ejercicio de libertades individuales.

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